Para detener a los seres humanos en sus pecados, Dios, en Su propósito eterno, actúa de forma diferente según sea que se trate de sus hijos o si se trata de aquellos que no lo son.
Muchas personas quieren servir a Dios, pero no lo hacen conforme a ciencia. Si es el deseo lo que nos mueve, éste condicionará nuestra conducta y nuestra conducta nos llevará a la desobediencia.
Saúl mostró un corazón orgulloso hacia David a pesar de que éste le había librado de un enemigo poderoso. Este es un patrón de conducta que no le dejará en todo su reinado mostrándonos una ausencia de fe, y por tanto, un corazón no regenerado.
Cumplir con nuestro deber delante de Dios implica pagar un alto precio, porque hay muchos enemigos de su Nombre que no aceptan las victorias de la fe que lleva a cabo el verdadero creyente.
Debemos prestar la máxima atención para realizar aquello que ha sido puesto bajo nuestra responsabilidad, y a la vez debemos tomar las responsabilidades de aquello que se espera que hagamos nosotros.
La providencia hizo posible que el corazón de Jonatán quedase unido al de David. Este fue el medio que Dios usó para proporcionarle a David protección y seguridad en un contexto nuevo y lleno de peligros.
La promesa de que David sería el futuro rey de Israel seguía su curso guiada por la providencia, y con la responsabilidad de David en el ejercicio de sus deberes.
No podremos vencer a nuestro enemigo si no hemos adquirido destreza en el estudio y aplicación de las doctrinas bíblicas. La fe se nutre del conocimiento y nos proporciona las armas para la batalla.
Este filisteo tenía un alto concepto de sí mismo. Pero está escrito, «la carrera no es de los ligeros, ni la guerra de los fuertes» (Ecl.9:11); Hay Uno muy superior a quien el hombre no puede controlar.
La verdadera fe es un don de Dios, cuyo autor es Cristo, producida por el poder creador del Espíritu Santo cuando Él aplica la Palabra de vida en el alma del pecador. Esa fe está llena de conocimiento, es prudente y actúa con sabiduría.